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El presente

“No hay tiempo peor perdido que el perdido en añorar”
Jorge Drexler

Pasamos gran parte de la vida en la añoranza de cosas pasadas y futuras, como si el pasado y el futuro no estuvieran contenidos en la bendita presencia presente.

La idea del presente como sinónimo de regalo, que me llegó de algún lado, invita a aprender a amar lo que “es”, lo que soy, abandonando la ilusión del “podría haber sido…” o del “habría sido mejor…”.

Vivir en la añoranza o nostalgia, es como no vivir, es perderse la vida y quizás es eso lo que hemos hecho, evitando sentir el cuerpo, el que nos tiene que hablar en el idioma de los síntomas –más o menos dolorosos, más o menos molestos– para que atendamos las emociones que lo mueven.

Vivir en la añoranza no permite ver el espejo de la vida que nos circunda, vemos todo como en retrospectiva de lo que pudo ser y no fue, o tras el velo de la incertidumbre de lo que podría llegar a ser.

Acerca de “vivir plenamente el presente”, de “decir sí a lo que es”, de invitaciones a “sentir lo que sucede”, tenemos todos miles de frases para el bronce grabadas en el pensamiento, tantas frases de maestras y maestros  –tanta literatura en fin–, que de tanto gastar energía en memorizarlas, quizás no guardamos la energía suficiente para vivirlas.

Autora: Eugenia Mondaca Rivas, Máster en Educación Emocional

La sanación integral en mi vida

“Si uno se embarca con apertura en el proceso de la educación emocional, nos abrimos a la posibilidad de la transformación personal. Cuando entramos en la senda de este aprendizaje, sabemos dónde estamos al inicio, pero no sabemos dónde lleva este sendero porque el fin del camino está dentro de nosotros, y al final tendremos otras características.
Juan Casassus 
Del libro La Educación del Ser Emocional

Sanación Integral, el nombre que escogimos para esta página, en la actualidad me hace mucho sentido, pero no siempre fue así: gran parte de mi vida tuve la creencia que lo importante era el conocimiento que se podía mostrar y demostrar a otros.

Para mi fortuna y por la propia abundancia de la vida, pude acercarme a una mirada más global y sistémica de la relación conmigo misma y con las demás personas, lo que me ha permitido ir desarrollando habilidades insospechadas, como el reconocimiento del vasto mundo emocional que se expresa en el cuerpo, dando sustento al pensamiento –a la razón– para que las tres dimensiones funcionen armónicamente.

Cuando esa armonía se desequilibra, aparecen los síntomas que muestran esa falta de balance. Lo voy aprendiendo en los libros y en el compartir con otros, pero principalmente lo voy aprendiendo en la atenta escucha atenta  de mi cuerpo. Por eso hoy puedo también colaborar a que otros desarrollen esas maravillosas habilidades y competencias de la educación emocional.

Autora: Eugenia Mondaca Rivas, Máster en Educación Emocional

La búsqueda del corazón

“Dice el personaje del monólogo teatral “Azul” que cuando el corazón deja de latir, se tienen tres opciones: fingir que no se sabe, pensar que no se necesita… o extrañarlo”.
Gacitúa, 2012

Es evidente que a la forma en que vivimos hoy, le falla el corazón: o dejamos de sentirlo o lo sentimos con demasiada intensidad. En ambos extremos, en el desequilibrio, nos enfermamos.

Desde distintas disciplinas se va descubriendo y difundiendo información sobre la trascendencia de integrar los anhelos del corazón, las necesidades del cuerpo y las razones que aporta el pensamiento, pero lo que ha primado hasta hoy en las prácticas institucionales de la salud y de la educación es la fragmentación, la división entre pensamiento, cuerpo y emociones, valorizando el primero de estos aspectos como lo único importante.

Y seguimos transitando por vías trilladas y fallidas: refuerzos económicos, aportes técnicos, cambios procedimentales, mejoras estructurales e incremento en la cantidad de personal que atiende los centros, esfuerzos todos que no logran revertir los malos resultados ni las malas sensaciones con que termina una jornada de las personas que trabajan en salud y educación.

Sin dejar de honrar el hecho de que “las generaciones anteriores se ocuparon de sus propios problemas, con sus propios instrumentos y sus propios cánones de resolución ” (Kuhn, 1993), existe consenso hoy respecto de que nos encontramos en un cambio de paradigma, por lo que se precisa con urgencia difundir los nuevos conocimientos y validar las técnicas  que van surgiendo desde miradas más integradoras y ponerlos a disposición de todas las personas con el fin de no perpetuar las prácticas disociadas de las emociones que bullen en cualquier contexto humano.

Así también, parafraseando lo dicho por el personaje de la obra teatral mencionada al inicio, cuando se percibe que el corazón de las instituciones de la educación o de la salud ha dejado de latir, se puede fingir que no se sabe y seguir repitiendo lo conocido aunque no funcione; se puede pensar que no se necesita y seguir desarrollando contenidos y procedimientos que afectan sólo lo “mental” y lo “racional”; o se puede extrañar… y salir en su búsqueda.

Una invitación a iniciar esta búsqueda es la llamada “revolución emocional” (Bizquerra, 2010), iniciada a fines del siglo XX, la que comenzó a revelar –y a relevar– aspectos del ser humano poco valorados hasta entonces, como el hecho de que las emociones expresadas a través del cuerpo son las que nos permiten pensar racionalmente, tomar decisiones, aprender, memorizar y adquirir determinados valores, entre otras conductas consideradas por mucho tiempo como sólo “mentales” (Casassus, 2009). También, y sobre todo, que son las emociones las que –al no ser reconocidas y acogidas– nos pueden enfermar y que maravillosamente, son ellas mismas quienes nos pueden sanar.

Autora: Eugenia Mondaca Rivas, Máster en Educación Emocional

Referencias:
– Bisquerra, Rafael (2002). La competencia emocional. En M. Álvarez y R. Bisquerra. Manual de orientación y tutoría (pp. 144/69-144/83), Barcelona: Praxis. Disponible en: http://www.todosobremediacion.com.ar/articulos/colaboraciones148-la-competencia-emocional (consultado el 13/09/2012).
-Casassus, Juan (2009). La educación del ser emocional. Tercera edición, Indigo/ Cuarto propio.
-Gacitúa, Javiera (2011). Azul, obra dramática.
-Kuhn, Thomas S. (1996). La estructura de las revoluciones científicas. Fondo de Cultura Económica Chile S.A.,

Sistemas Florales Bach y Bush

Toda esa grandeza de la vida, de la existencia, está íntimamente relacionada a las flores, por eso intentar escribir acerca de ellas no es fácil. Tienen encantos de lo más sagrados, tiene poderes energéticos del misterio de la vida, tienen diversas propiedades extraordinarias para sanar el cuerpo físico, sanar la mente, sanar el espíritu, sanar el entorno y grandes poderes para cambiar la perspectiva de cada ser vivo de nuestro planeta.Las flores se encuentran incrustadas en todos los órdenes de nuestra vida, sean cual sean las circunstancias en que nos encontremos. Podemos decir que las flores son la vida misma de cada uno de nosotros”.
Dra. Rigoberta Menchú Tum.
Premio Nobel de la Paz 1992


Si bien todos los sistemas florales actúan de forma integral sobre la persona, algunos se centran más en unas propiedades que en otras: Bach en las emociones, Bush (Australia) en el cuerpo físico y el Sistema Arcoíris, (basado en la flora cubana) invita a seguir un camino de crecimiento humano.
Edward Bach fue un médico inglés que observó la concordancia que existe entre algunos tipos de personalidad y el desarrollo de enfermedades propias de esa personalidad. Descubrió que algunas plantas podían potenciar los procesos emocionales que pueden  sanar esas enfermedades, desarrollando un sistema de 38 flores para ello.
Siguiendo el mismo principio, Ian White, experto herborista australiano, gran conocedor de la flora de su país, ofrece esencias con propiedades muy especiales, ya que el hecho de que Australia haya estado durante millones de años aislada del resto de los otros continentes, ofrece una rica y exclusiva flora de fuerte acción terapéutica para determinados síntomas y dolencias.
A partir de lo anterior, pero integrando nuevos elementos, la doctora cubana Julia Nancy Martínez Fundora, desarrolló un sistema de siete pasos que permite modificar el estilo de vida para lograr un mejoramiento humano que lleva a la sanación integral de la persona.
Combinando estos sistemas en un proceso terapéutico adecuado, se logra evidente mejoría y sanación de síntomas y enfermedades.

Autor: Manuel Badilla Faúndez, Terapeuta Floral